lunes, 19 de noviembre de 2012

Siempre podremos volar sin despegar.

Yo quería volar. Desplegar las alas. Volar lejos. Muy lejos. Sentarme en una nube, quizás. Soñar en ella. Y de noche, ver de cerca a la luna muriéndose de envidia al verte sonreír.
Pero hubo un día; hace tiempo, que me cortaron las alas. Y por mucho que intentaba despegar, me daba de bruces contra el suelo. 
Y es que las alas me las cortaste tú al marcharte. Tú eras mis alas.
Y entonces entendí, que no hacían falta alas para volar, que no me hacías falta tú. 
Sabía volar cada noche, en cada sueño, en cada calada, en cada trago, en cada beso que no fuera de tus labios. 
No me hacía falta ni tus ojos, ni tu sonrisa para alcanzar el cielo. Yo podía hacerlo, sola, siempre que quisiera.
Aquel día desapareciste de todos y cada uno de mis sueños. Incluso de mis recuerdos.


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