domingo, 25 de noviembre de 2012

Que estoy acojonándome sin ti.

Es la sensación de cada noche. De querer despertarme, principalmente, contigo a mi lado. Comerte a besos, sin prisas, sin tiempo. Que me susurres un 'te quiero, fea' y morirme de amor al instante. Saber que ese lado de la cama, no va a volver a estar vacío, ni la almohada fría. Que me voy a despertar, muriéndome de ganas de abrazarte después de ocho horas sin verte. 
Pero llega la mañana. Y joder, que guarrada sin ti.
Me tengo que conformar con hacer una pelota con la sábana, para tener algo a lo que abrazarme. Para no despertar sola otra vez, otra puñetera vez. 
Apoyarme en tu pecho, inventarme una canción con tus latidos. Quiero tu voz, tu sonrisa, tu boca. Quiero ser libre, contigo. Y es que me acojono cuando al amanecer, abro los ojos, y veo que no estás.



jueves, 22 de noviembre de 2012

Entre notas que denotan mi felicidad.

¿Nunca te has dado cuenta de lo que nos cuesta ser felices?

Con lo fácil que sería querer lo que uno tiene.
Pero no. Nosotros vamos siempre a por lo difícil, y así nos va.
Nos enamoramos de gente que está lejos; y no hablo de kilómetros. Queremos lo caro, lo complicado. Lo dejamos todo a medias, menos los cigarros y las botellas. Llenamos los vasos por la mitad cuando hay agua de sobra para llenarlos. Y nos conformamos con sonreír una vez al mes. Con ir enfundados en vestidos, vaqueros y zapatos con complejo de rascacielos. Hacemos demasiadas veces lo correcto, y dejamos los placeres para cuando sea tarde.

Imagínate darle la vuelta a todo.

Enamorarnos de nosotros mismos, y después del resto del mundo. Acabarlo todo; las sonrisas, las miradas, los besos... y que sean las botellas y los cigarros, los que se queden a medias. Que se salga el agua del vaso. Sonreír cada día, a cada hora. Ir en chándal y deportivas por la vida. Hacer algo que de verdad queramos, al menos una vez al día. Perder el miedo a las alturas, a la oscuridad, a la soledad. Reír como si no hubiera mañana. Soñar como si no existiera el presente. Sentir como si nunca te hubieran herido. Chutarte a felicidad, de esa que nunca entiendes de dónde viene. 



martes, 20 de noviembre de 2012

Esnifaste las cenizas de mi tiempo, y lo hiciste tuyo.

Te conocí un día cualquiera, así, por casualidad. Quemaste mi tiempo, esnifando sus cenizas, haciéndolo tuyo. Eras todo lo que una cualquiera podía querer; algo de cariño y un par de besos. Te llevaste tus cosas a mi cabeza. Comías, dormías y vivías allí; no salías de casa.
Pronto encontraste un hogar mejor. Un hogar que no te cobraba el alquiler; sino que te pagaba por mudarte a allí, con caricias, sonrisas, y más de los besos que tú le dabas.
Y un día. Sin más. Te fuiste. Jamás supe el porque. Tampoco quise saberlo. No te merecías aquel hogar. Ni aquellas caricias. Ni aquellos besos. Ni a mí, quizás. 
Supe que no eras para mí, como no lo es el humo para la lluvia, como no lo son las lágrimas para una sonrisa de verdad. 
Te deje marchar; no escapar. 
Y siempre supe que sin ti, aquel hogar, siempre estuvo mejor.




lunes, 19 de noviembre de 2012

Siempre podremos volar sin despegar.

Yo quería volar. Desplegar las alas. Volar lejos. Muy lejos. Sentarme en una nube, quizás. Soñar en ella. Y de noche, ver de cerca a la luna muriéndose de envidia al verte sonreír.
Pero hubo un día; hace tiempo, que me cortaron las alas. Y por mucho que intentaba despegar, me daba de bruces contra el suelo. 
Y es que las alas me las cortaste tú al marcharte. Tú eras mis alas.
Y entonces entendí, que no hacían falta alas para volar, que no me hacías falta tú. 
Sabía volar cada noche, en cada sueño, en cada calada, en cada trago, en cada beso que no fuera de tus labios. 
No me hacía falta ni tus ojos, ni tu sonrisa para alcanzar el cielo. Yo podía hacerlo, sola, siempre que quisiera.
Aquel día desapareciste de todos y cada uno de mis sueños. Incluso de mis recuerdos.


jueves, 15 de noviembre de 2012

Recuérdame.

Quiéreme hasta cuando este enfadada, fea, despeinada. Cuando lo único atractivo que veas en mí sea esa risa de loca que me sale en los momentos más inoportunos. Quiéreme. Quiéreme hasta que no te queden fuerzas, hasta que sientas que en el corazón no cabe nada más. Hasta que mis ojos cambien de color, de tanto mirarte en ellos. Dime que no habrá nadie que me quiera más que tú. O no. Porque en el fondo son todo palabras. Palabras que saldrían de mi boca. Lo haría, si fuera capaz. Aunque sería más sencillo dispararlo todo en un beso. Más sencillo, y mejor. La mejor manera de decirte todo aquello que mi voz no es capaz de decir. Pero no estás aquí, ni estarás, así que, recuérdame, sonriéndote; que es lo que haré siempre.