Y entonces una empieza a echarlo todo de menos: eso de escribir, lo otro de cantar, verlos, e incluso llegas a echar de menos, echar de menos. Y te das cuenta que a pesar e todo, sigues siendo la misma estúpida de siempre, la que regala ese corazón sin pedir nada a cambio cada dos por tres. Vuelves a las andadas, con el frío del invierno. Y es que yo sé que esta vez, tampoco seremos dos.