viernes, 26 de abril de 2013

Espejito, espejito ¿quién te ha dicho que me mires?

A veces me olvido de sentir. Me olvido de lo que significa la palabra 'autoestima'. Recuerdo vagamente el último día que me miré en el espejo y me gustó su reflejo. Aunque siendo sincera; no, no lo recuerdo, hace ya mucho de aquello.
Me he acostumbrado a que cuando el espejo y yo cruzamos las miradas, él me muestre la realidad y yo le ponga cara de asco, como la hipócrita que soy. Dicen que tenemos que enfrentarnos a la realidad ¿no? ¿Porqué damos la cara a los problemas? ¿Porqué aguantamos el dolor? ¿Porqué somos capaces de enamorarnos, de sentir, sufrir y callar? Y sin embargo no sabemos apreciar esa imagen única. Esa imagen que ningún otro espejo será capaz de enseñarte. Ninguna persona la podrá dibujar exactamente igual. Porque no hay nadie como ella. No vas a encontrarla con la misma personalidad, con la misma mirada, ni la misma sonrisa. Ni siquiera la misma voz. Nunca van a poder haber dos reflejos iguales. Ni siquiera cuando te mires mañana otra vez, será el mismo. Porque entonces, habrás cambiado; sabrás algo nuevo sobre los perros, habrás probado el sushi, te habrás puesto una falda nueva, habrás dejado de ser virgen, habrás fumado, habrás roto un móvil, habrás leído un libro nuevo o habrás perdido a alguien.
Lo que cuenta es que aunque la imagen sea diferente; el relleno de ese bombón impreso en el espejo, siga siendo de chocolate.

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