martes, 13 de diciembre de 2011

Cruzando el estrecho de Noah.

Tiene la puerta entreabierta. Enamorada otra vez, pobre niña incrédula, a penas dieciséis años, y ya conoce ese dolor. Tantos en esta vida, y en el siglo veintiuno, es la única enfermedad antiguamente antigua que no ha conseguido extinguirse. Ella escribe, piensa, llora, ríe. Y hay días en los que es él, él y nadie más, y otras en las que desearía que no fuera nadie. Tenerlo delante. La garganta se ahoga, los pulmones se cierran, y el corazón se para. Que tendrán sus ojos, dime, que tendrán para que consigan hacerla entrar en coma solo al mirarle. Quedamos a las séis pequeña, a ver si dejas ya de contar las veces que sonríes al pensar en el, vamos a dar un paseo en barca, a cruzar de nuevo el estrecho de Noah.


No hay comentarios:

Publicar un comentario