Y entonces salgo
corriendo, todos detrás de mío, aunque yo no estoy pendiente de eso, tropiezo,
me levanto, qué más da, alguien me grita de fondo, no hago caso, te quiero, yo
sigo con la mía, y entro y lo busco con la mirada, no lo encuentro ¡¡joder!! ¿y
ahora qué?, una voz en la otra punta, “es por aquí ” entramos. Todo lleno de
gente, hasta los topes, sigo buscando, sin éxito, se apagan las luces, empieza,
nada, bueno, en fin, qué más da ya, empieza la música. Es él. No puedo
respirar. Como por inercia, me voy acercando al escenario. Gente que me grita
que me agache, gente que me mira extrañada, otra que es indiferente, y otra que
mira, enternecida. Antes de que me dé tiempo a darme cuenta estoy pegada a la
segunda fila de la derecha. No me ve, no me importa, yo a él sí. Acaba.
Aplausos. Ellos al fondo silban, él entonces se da cuenta, sonríe, y se hace a
un lado, dejando paso a un hombre de traje de corbata barata y espantosa, que
al parecer presenta el… espectáculo. Y entonces, como quien solo ve esto en las
películas, salgo disparada, escaleras arriba, me subo al escenario, me doy
cuenta de que ellos me miran fijamente, algunos con la boca abierta. Él no me
ha visto. No tardará mucho. Hablo con el trajeado, le ruego robarle dos
minutos, es muy importante, me disculpo y me cede el micrófono.
Una charla
improvisada, perfecto, se me da genial, o como diría para mí en estos momentos,
de puta madre.
Estoy nerviosa, la
gente se va calmando, él se da cuenta de quién soy, creo que alucina, entre
ellos susurran un ésta que hace, a pesar de que otros se lo pueden ir
imaginando.
“Buenas
noches”…tartamudeo “Bienvenidos, siento interrumpir, pero me ha surgido algo bastante…
bastante… no me sale la palabra… digamos que me corre prisa, aunque no tiene el
porqué. Sé que a muchos de ustedes les importará bastante poco lo que yo pueda
contarles de mi vida, lo siento, no me alargaré demasiado. No tengo dinero, ni
mis padres trabajo, soy una pésima estudiante, y no estoy buena ni soy guapa.
Esto me corre prisa, porque ya no lo aguanto más, y la mayoría de los
presentes… supongo, que más de una vez en su vida, se habrá enamorado, yo no
voy a ser una excepción. Y se preguntarán, ¿Por qué ahora? ¿Por qué aquí? Si he
pagado para entrar ¿Por qué ésta cría tiene que cortarme el rollo? De verdad
que lo siento, sé que me repito, pero cinco meses se hacen duros ¿saben? En
fin, he dicho que no me iba a alargar y ya lo estoy haciendo. A lo que iba.”
Cojo aire, creo que
voy a reventar. “Tengo el placer de presentarles a un chico qué aparte de tener
una voz espectacular, tiene una nobleza, inteligencia, y sonrisa dignas de
admirar, y para ser sincera no soy capaz de hablar con él un día y decírselo a
la cara, no. Me hace falta hacerlo complicado, interrumpir un espectáculo,
subirme a un escenario, y aburrir a más de trescientas personas. Porque soy
especialista en complicarme la vida.” Respiro hondo. Estoy más que decidida. Me
giro hacia él. “Te quiero, y no voy en broma, y me da igual que tú a mí no, no
me importa en absoluto, pero no quiero que pienses más que nadie te quiere o
que el destino no quiere presentarte a tu Julieta, porque no me parezco ni en
la forma de hablar, lo único en común que ella y yo tenemos, es que moriríamos
por nuestro Romeo.” Las lágrimas empiezan a aparecer, estoy algo distanciada
del micrófono, pero se me oye por todo el pabellón con perfecta claridad.
“Por importarme, no
me importa nada en este punto, ya no me importa ni el suspender, y por supuesto
me importa un pimiento podrido, lo que pueda pensar toda esta gente de mí. Te
quiero, por encima de los peros, del dinero, por encima de mí. Muchas gracias
por aguantarme ustedes también” Me cuesta hablar, estoy llorando. Ellos están
en la primera fila. “Buenas noches… que disfruten del espectáculo” oigo que la
gente grita un –oh- bastante tierno a coro, y cuándo me giro para mirarlo por
última vez, lo tengo detrás, me mira fijamente, se le nota confuso, pero decidido.
Me mira a los ojos.
“¿Me quieres?” hago una mueca de resignación “Eso creo”… me sonríe. No se oye
una mosca. Los espectadores nos miran, como en el cine. Les faltan las
palomitas. Ellos creen estar en un
sueño. No son los únicos. Es solo entonces cuando de verdad siento que
voy a perder el equilibrio, y lo hago, pero me agarra por la cintura. Y me mira
a los ojos. Y queda de película, pero lo más ficticio de todo es, que es real
“Estás loca” vuelve a sonreír, sonrisa incrédula. Sigue siendo preciosa. “Eso
me han dicho, aunque dicen, que por amor se hacen… grandes locuras” Ahora se
ríe, entorna los ojos, yo le medio sonrío estoy derrotada, y seria, pero me
tiene… colgando en sus manos, más bien en sus brazos. “Pues creo que te voy a
devolver la locura” pongo esa cara de extrañada que solo me sale a mí. Su
madre, presente en la cuarta fila, cuento que a 5 asientos del pasillo está
como si viera la película de amor más perfecta “¿cómo?” y entonces, no termino
de creérmelo. Se decide. Aunque antes de hacer nada me mira a los ojos. Me
besa. Dios. O esto es un sueño, o es posible que tenga razón y esté loca.
-Alba, aaaaaaalba,
¡Alba! – Estaba como en trance, oh, qué extraña sensación, imaginaciones mías,
típico. Vuelvo en sí, algo confusa.
-¿Qué te pasaba?
+ Nada, estaba
dando un paseo por las nubes.
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